viernes, 25 de marzo de 2011

Por Miguel Àngel Sanz Julià

I

DEL OFICIO DE LA PESCA EN EL PUERTO DEL GRAO DE MONCOFA SIGLOS XIX Y XX.

El auge de la pesca en Moncofa tomó fuerza a mediados del siglo XIX y fue entonces cuando aparecen las primeras calles en la franja litoral que irían dando orden a las barracas y casas de los primeros habitantes del Grao.

Así pues, uno de los privilegios con que se contaría en esos primeros años, sería el embarque por su playa de los productos, no ya locales sino comarcales: Aceite, orujo y algarrobas en los siglos anteriores; mineral de plomo, cebollas, melones y naranjas, desde el siglo XIX hasta la Guerra Civil.

Si recogemos las manifestaciones personales de los más viejos pescadores del Grao, nos dirán que por esta playa existía floreciente comercio, tanto que los pescadores de este pueblo, engrosados la mayoría como braceros del Puerto, no eran suficientes para las faenas propias del embarque, siendo muchos los que desde fuera, principalmente de Burriana y aún de Castellón, los que venían para emplearse en dichos trabajos.

Su mayor actividad se desenvolvía en el invierno con el embarque de la naranja, precisamente en los meses en que estos pescadores se hallaban imposibilitados para hacerse a la mar en busca del sustento para su familia, (por lo regular siempre numerosa) debido a ser playa abierta y no tener un refugio pesquero por lo que la más pequeña marea impida ejercer su profesión marinera.

Son muchas las veces en las que se encontraban fondeados frente a esta playa barcos mercantes y los conocidos como “pailebots” pileboats, en número que rebasó el de veinte, esperando turno para su carga.

El servicio de embarque era realizado por más de cuarenta barcazas cuyos propietarios eran marineros de este Grao, los cuales al inaugurarse el puerto de Burriana y absorber éste los derechos de embarque, se vieron, muchos de ellos, en la necesidad de venderlas.

Había servicio diario de carruaje hasta el apeadero del tren y posterior estación[1] a cargo de Tomás Casañ de Onda, con dos animales y que fue conocido como “cochero”. Después de 1939, Fernando Martí, vecino de este Grao, siguió con el transporte de viajeros y por último, Ramón Vicent “el pino”, el cual no llegaba en ocasiones a cobrar los billetes cuando la situación económica de las familias marineras, no lo permitía, coincidiendo con el ocaso de este Grao moncofero.

Las faenas propias de la pesca se realizaban por más de cincuenta embarcaciones pequeñas y seis mayores. La primera barca motora llegada a Moncofa fue la del marinero llamado “Catán”, con treinta caballos de fuerza y de marca GRONG, en el año 1922 y luego en los años 1927 la de “Ramonico” y en 1929 la de Torrat. La rivalidad entre pescadores era grande pero destacaban de entre todos ellos, el abuelo Catán y Pepet de Clarín.

Este Antiguo y tradicional ambiente marinero creó entre sus hombres una idiosincrasia especial, fuertemente vocacional, de tal forma que a diferencia de otros puntos de la provincia, no sabían ser más que marineros.

Este sentido marinero se manifestó con prioridad a los demás pueblos de la provincia como lo avala el hecho de que, aparecido el arte de mamparra (pesca a la sardina con luz) con carburo, fue en esta playa donde se usó primeramente, llegado a funcionar tres artes a la vez, lo que hacía que la enorme cantidad de sardina capturada (más de 200 cajas por cada sardinal) no pudiese ser vendida por las familias propiamente pescadoras, formándose un núcleo bastante numerosos de labradores que se dedicaron con caballerías y carros en los primeros años y con otros medios más modernos después, al transporte de dicho pescado, llegando a abarcar un radio de acción que llevaba hacia el interior de Zaragoza. Muchas veces era tal la abundancia de la pesca que, con objeto de conservar el mercado, el sobrante de la venta era arrojado al mar, habiendo quién lo utilizaba para el abonado de los campos de arroz. Fue el momento de mayor esplendor del pósito de pescadores y de su cofradía.

La repetición de estos casos y la mengua que en su economía suponían estos actos hizo que se desplazaran, en días de sobrante, a Castellón, donde funcionaba la Lonja particular de “Batistet”. Fue de desafío la acogida que les dispensaron los vecinos del Grao de Castellón que les llenaron de insultos que degeneraron en peleas hasta hacerles desistir de llevar tan estimado y popular pescado a dicha plaza.

Posteriormente el Sr. Das pescador del Grao de Castellón, se hizo armador de una mamparra y hasta tal punto se vio amenazado que preciso desembarcar por la Playa de Almazora para poder, a continuación, llevarlo por carretera hasta la capital de la provincia. Debemos explicar que la dirección técnica del arte del citado Sr. Das, era llevada por el marinero de esta playa de Moncofa, Francisco Marzal, del cual copiaron los que posteriormente funcionaron, en número creciente, hasta alcanzar en los años cuarenta, la primacía en las industrias del mar.

La aparición de las embarcaciones a motor y sobre todo la creación de los puertos, primero el de Castellón y segundo el de Burriana, originó un descenso en las actividades pesqueras de Moncofa cuyos caladeros, se ven continuamente surcados por las embarcaciones de arrastre, y por si esta merma en su economía fuera poca se vino a aumentar con la exclusiva del embarque de naranja por el puerto de Burriana.

Desde aquella fecha, tuvo el pescador de esta playa que hacer inauditos esfuerzos para sobrevivir, pues contados fueron los pescadores que con tesón vocacional verdaderamente férreo, lograron hacer de su propiedad, alguna embarcación a motor y ponerse con ello al nivel tecnológico de los adelantos que la industria de la pesca alcanzó en aquellos principios del siglo XX.

Cuatro fueron las embarcaciones a motor de gasolina y tres con motor a gasoil, las que llegaron a componer la flota pesquera, a las que se suman 42 a remo y a vela. El capital tan respetable que representó para el pescador aquellas embarcaciones a motor, sobre todo si consideramos el esfuerzo y hasta las privaciones que tuvieron que soportar para conseguir su ideal profesional, hicieron que se viese con respeto, rayando en devoción, a estas embarcaciones y se les prodigarán todos los cuidados por parte de nuestros marineros, de ello dependía el futuro profesional y el sustento y porvenir de sus familias.

No obstante, los solícitos cuidados que desplegaban los armadores y la vigilancia permanente, ya que las tenían fondeadas en mar abierto, fracasaron en dos ocasiones perdiendo los armadores sus embarcaciones y muriendo en la más espantosa miseria. No solamente en cuanto a embarcaciones de motor se refiere, sino a las de remo y de vela también, las dificultades de la playa para botar o vararlas fueron en aumento, por lo que en este sector también se cayó en desgana en la Playa de Moncofa.

Así pues podemos observar que terminada la guerra, contaba el pósito de pescadores de esta villa con dos artes de mamparra que en los años cuarenta ya quedó reducido a una, cinco embarcaciones a motor que se redujeron a una también y más de cuarenta embarcaciones de remo y vela que se redujeron en esta década a treinta. Del mismo modo, el número de pescadores afectos al pósito quedó reducido a ciento cincuenta, disminuyendo el desenvolvimiento económico del mismo bajando notablemente sus ingresos.

Así se llego a la situación de clara visión por parte de las autoridades locales, de que el sector en Moncofa podía desaparecer sino se construía un refugio pesquero que diese margen a los pescadores para realizar con garantías la pesca, sin problemas para hacerse a la mar y sin problemas de daños en sus embarcaciones, de lo contrario se deberían limitar a embarcaciones de poco calado y en tiempo de bonanza, como ya estaba comenzando a suceder, para no poner en peligro sus propias vidas. De no ser así muchos se irían, abandonando esta playa.

Don Alfredo Gil Leone, Alcalde de Moncofa (1947-1949), puso mucho empeño para que se atendieran sus demandas y garantizar el futuro de los 434 habitantes del Grao en el año 1947, pero sus demandas no pasaron de Gobierno Civil de Castellón que argumentó escasa flota, cercanía al puerto de Burriana, no existencia de cantera cercana y elevado coste para poco beneficio incluso incorporándose nuevos pescadores, y exceso de mar abierto, en definitiva no atendieron en absoluto, como en tantas ocasiones a nuestro municipio.

Terminada la guerra, si hubiese sido el momento adecuado para reivindicar con fuerza este refugio pesquero. Siendo alcalde Don José Arnau Masip (1940-1944), se realizó el deslinde de costas en el año 1941, la situación era más propicia para la reivindicación, no consta su existencia, pero sí su proyecto.


LA ESCUELA DEL PÓSITO DE PESCADORES

El primer maestro del pósito de pescadores fue DON PASCUAL MONZONIS FRANCH[2] de Bechí, cuya escuela funcionaba con carácter de orientación marítimo-pesquera. Estaba situada junto al puesto de carabineros y compartió la casa hasta finales de los sesenta en que, tras años de no poder pagar ni el alquiler a la marina, de unas quinientas pesetas, tuvo que hacerse cargo el ayuntamiento desde 1950 del pago; Dejó de funcionar siendo su último maestro DON EMILIO BADILLO SERRA, en el año1971

II

ERMITA DE SANTA MARÍA MAGDALENA : GRAO DE MONCOFA.

Situada mirando a oriente, a 400 metros del mar y a 800 metros del pueblo, se halla “la ermita de Santa María Magdalena”, formando lateral a la carretera que une Moncofa y su poblado marítimo.

Aunque se diga que pertenece al siglo XII (según anotaciones), no encontramos documentación que nos acredite dicho dictamen. Pero si es evidente que se levantó en lo que fue en su día una fortificación amurallada medieval, con sus almenas a baja altura, según testimonios orales de familias de pescadores.

Durante muchos años, en la fachada de la ermita se colocaba un farol que servía de faro a los pescadores que se encontraban en alta mar.

Esta ermita registró alguna restauración y ampliación. La campana que se encuentra en la espadaña de la ermita lleva una inscripción en relieve en la que se puede leer: “ Santa María 1.882 “ época en la que la espadaña era similar a las de las ermitas de la Plana, semicircular.

En 1.927, se le construyó un coro en alto, absorbiendo los dos altares, uno de cada lado de la entrada. Obra costeada por la familia de pescadores “ Salvador Bernús “ “els catans”. En 1943, Regiones devastadas la restauró y amplió sus exteriores con arcadas en ambos laterales, modificando la espadaña con formas más rectas. En 1.972 se adquirieron los terrenos que la separaban de la carretera y se construyo un vallado en el contorno, realizando la pavimentación de todo el recinto y del arbolado, al mismo tiempo que se rehabilitó la casa del ermitaño.

Hasta el año 1.997, en el que se procede a una total restauración y ampliación de la misma, el cuerpo principal de la ermita medía 16 metros de largo y 8 de ancho, y disponía como ya se ha mencionado de altar mayor, en su conjunto neoclásico, y ocho altares laterales de poca profundidad, cuatro a cada lado, estando los dos primeros cubiertos por el coro. En los seis restantes se hallaban pequeñas imágenes, cuadros y algún objeto donado por particulares.

La bóveda de cañón del techo y los altares de medio punto con la horizontalidad de sus líneas y entablamiento, manifiestan, aunque de forma sencilla, los rasgos arquitectónicos del estilo románico.

Las columnas con sus capiteles, por su construcción simple y los triglifos, aunque de dos canales, en el friso del entablamiento, denotan su orden dórico. El altar mayor, que fue reconstruido en 1.939, en la reforma del 1.997 se eliminó prolongando la ermita tres metros más, disponía de dos columnas estriadas con capiteles que por sus volutas se observaban de orden jónico. Sobre aquel altar mayor y los ocho laterales que se han conservado, se contempla un adorno denticulado propio de los órdenes expuestos. Aprovechando la reforma, se eliminó la casa del ermitaño que constituía una carga indecorosa para el edificio.


BREVE REFERENCIA DE LOS HECHOS QUE MOTIVARON EL DESEMBARCO EN MONCOFA DE LA IMAGEN DE SANTA MARÍA MAGDALENA.

Durante el reinado de Alfonso el Magnánimo (1416-1458), acompañaban habitualmente al monarca en su armada, Bernardo de Centelles· y su hijo Francesc Gilabert de Centelles Señor de la Baronía de Nules. El 19 de octubre de 1.423 la armada atacó el puerto de la República de Marsella, siendo la galera de los Centelles la que rompió la cadena del puerto, cadena que se encuentra en la capilla del Santo Cáliz de Valencia¨. En el saqueo* de la ciudad quedaría una Iglesia muy damnificada, encontrando entre los destrozos, una imagen de marmol de Santa María Magdalena. Los Centelles la tomaron para trasladarla a su palacio de Oliva, ya que en la familia había tradición de usar el nombre de Magdalena. Al pasar la embarcación de Marsella a Oliva, por la costa de Moncofa, reza la tradición local que ésta se paró, siendo imposible continuar el viaje; y ante tal acontecimiento, los Centelles, acatando la voluntad del hecho, decidieron donar la imagen al pueblo de Moncofa, del que ya era patrona anteriormente Santa María Magdalena, como acredita B. Català Valeriola, en su “autobiografía y justas poéticas”:

... el seis de febrero de 1.597, estando en la torre de Beniesma de Moncofa, donde afirma que hay una imagen de marmol en la Iglesia de Santa María Magdalena insistiendo que se lo dijo Don Cristobal de Centelles, Señor de Nules, que la trajo el Centelles que también trajo la cadena de Marsella...



16 DE JULIO DE 1940

Las barcas de la familia Salvador “ Catans” y la de la familia Torrat trajeron la nueva imagen que ocuparía el altar principal de la ermita. La imagen fue costeada por Juan Arnau Armero, Andrés Arnau Catalá, Bautista Andrés Millán y Pedro Pascual Martí. El alcalde José Arnau Masip (1940-1944) presidió el acto.


20 DE JULIO DE 1955

A bordo de la embarcación a motor de Eliseo Veral, llegó a las Playas de Moncofa y en concreto a la de su Grao la imagen de Santa María Magdalena que ocuparía el altar mayor de la Iglesia. Con el mar enrarecido Eliseo Veral consiguió acercarse lo suficiente para desembarcar la nueva imagen en la costa, mediante un pequeño bote, los marineros, la gente del Grao, como protagonistas de la fiesta marinera, tomaron las riendas en el acto y participaron de forma activa. Josefina Recatalá Ribelles, Clotilde Alós Gil, Lolita Gil Martí y Amparo Vilar Alós recitaron las poesías de bienvenida. Las autoridades locales estuvieron al frente de los acto, siendo alcalde Ricardo Gómez Alós. La imagen fue bendecida por el párroco Don Julio Martí. A continuación fue llevada la imagen, en procesión hasta la ermita. Una vez visitada la ermita del Grao se dirigió en procesión al pueblo. En la Iglesia parroquial fue recibida por toda la población.

Festa de la ermita 1959

L’expulsió dels

moriscs

2009, 400 aniversari d’un fet históric.

I

MONCOFA, PUERTO DE EMBARQUE DE LOS MORISCOS EXPULSADOS DEL REINO DE VALENCIA EN EL SIGLO XVII.

Cronología

Citaremos en la introducción de este capítulo, literalmente, las palabras de Gimeno Michavila en aquel libro sobre “el Castellón viejo”, de 1926, que reeditara la desaparecida Caixa de Castelló”.

“…Los moriscos. Es sabido que recibieron dicha denominación, los musulmanes, que verificada la reconquista cristiana, se quedaron en el reino, recibiendo las aguas del bautismo. Gente sufrida y laboriosa, dedicábase principalmente a la agricultura, siguiendo la tradición de su raza. Los reyes de la coronilla aragonesa, dictaron sabias disposiciones, encaminadas a favorecerles, en provechote la prosperidad del reino de Valencia, y así vemos que en 16 de noviembre de 1297, encontrándose en Valencia Jaime II, dicta una disposición, mandando no se pudiesen quitar sus bienes a aquellos que se conviertan al cristianismo y castigando con severas penas a los que les insultasen. Alfonso V el magnanimo, en 18 de marzo de 1429, ordena a los nobles valencianos, que no impidiesen a los moriscos habitantes en lugares de señorío, el que pudieran trasladar su residencia a lugar de realengo, siempre que no fuesen deudores o aun siéndolo, les prestasen la debida fianza, con arreglo a derecho y posteriormente, en 9 de diciembre del citado año, ordenó estando en Murviedro, el que no e impusiese ningún nuevo censo, prestación ni carga, a los moriscos de Castellón, Morella, Villarreal y Burriana, siendo confirmado el primero de los citados privilegios por el rey Juan II en 26 de noviembre de 1459, en el que se concedía al propio tiempo a los moriscos de estas villas, salvaguardia real.

Escolano, en su crónica, escribió a principios del siglo XVII, que había en Castellón 24 casas de moriscos, y en el registro practicado en esta villa con motivo del desarme de aquellos, por orden de Felipe II, se vio que tenía Castellón 135 viviendas moriscas.

La población morisca de Castellón tenía cementerio propio y tenían privilegios como el de Martín I el Humano, de 25 de noviembre de 1402, autorizándoles para construir aljama en la que vivir todos juntos (hoy arrabal de San Félix). El Capitán General de Valencia D. Francisco de Moncada,se preocupó el 18 de abril de 1593 ante los jurados de la villa sobre la marcha de la causa de una mujer morisca muerta de un ladrillazo.

Acusábase a los moriscos de estar en inteligencia con los corsarios beriscos, con gran peligro de la tranquilidad pública; tachábales el pueblo de codiciosos, de acaparadores de riquezas, de ser tibios en la nueva fe y de conservar en secreto sus ritos musulmanes, ya que habían aceptado aquella a la fuerza después de la sublevación de Benaguacil y Sierra de Espadan, donde tras sangrientos combates fueron derrotados aquellos, capitaneados por Zelim Almanzor por las fuerzas del Duque de Segorbe, en 19 de septiembre de 1526.

Dedicados los moriscos principalmente a la agricultura, sobrios, económicos y muy políticos, hacían que aumentase en gran manera su número, a la par que disminuía la población española, por la constante emigración al nuevo mundo y por las continuas guerras en estábamos envueltos. Todo ello unido a la intolerancia, al afán de establecer la unidad religiosa y al recelo que inspiraba dicha raza, motivó el decreto de expulsión, siendo aquellos trasladados a África desde Vinaroz y Moncófar. A Vinaroz llegó el 17 de septiembre del año de la expulsión Don Pedro de Toledo con el tercio de LLombardía y dos compañías de Nápoles para auxiliar la expulsión.

Los nobles valencianos opuestos a dicha expulsión los defendieron como lo hizo también el Obispo de Segorbe D. Feliciano de Figueroa. El Duque de Gandía, los marqueses de Concentaina, Buñol, Albaida, el Barón de Sumacarcer, el Duque de Maqueda los acompañaron hasta el mismo Orán al igual que otros señores.

Abandonaron el territorio con dicha expulsión más de 200.000 individuos, viéndose obligado el propio monarca a dictar una pragmática en 2 de abril de 1614, fijando las reglas para el mejor régimen de los pueblos que habitaron los moriscos, miseros y despoblados, después de tal medida que fue calificada por el francés Cardenal de Richelieu, de consejo más osado y bárbaro que ha conocido la historia, sin prever que poco tiempo después Luís XIV haría lo mismo con los protestantes franceses.

No cabe negar que dicha expulsión fue antihumana y constituyó, un error económico que produjo graves males y empobrecimiento al país, dejando convertidos en grandes páramos, lo que fueron antes floridos vergeles. Con su expulsión, su laboriosidad y paciencia, su contribución al progreso de la agricultura, quedó en un gran perjuicio para la economía del Reino de Valencia.”

Sirva, esta manera de escribir la historia a la antigua usanza, para introducirnos en los detalles, más pulidos y estudiados del acontecimiento histórico que sin duda genera un gran interés, aun hoy en día. Recientes estudios basados en datos exactos, revelan que no fue tan grave el impacto sobre la economía valenciana, llegando a afirmar algunos autores, que fue beneficiosa[3].

Pero en primer lugar, debemos establecer una cronología para abordar los hechos históricos.

II

De los momentos previos a la expulsión.

Si bien no es cuestión directa que afecte a cualquier apunte histórico sobre Moncofa, el hecho de que pueblos del Castell de Nules como la Vila vella o Mascarell, se vieran directamente afectados, y sobre todo el hecho de que se produjese la citada expulsión por nuestro embarcadero, son motivo suficiente para que interese un análisis profundo de la cuestión.

La situación de desasosiego que se vivía en el mundo rural valenciano debido a las sequías de varios años, colmadas con graves inundaciones, habían creado un clima propicio para la diáspora y ruptura de las formas hasta entonces guardadas de forma cautelosa por ambas partes, moriscos y cristianos. No obstante la situación en el campo valenciano, una vez detenidos algunos cabecillas moriscos, volvió a la normalidad siempre aparente y poco profunda. Esta relativa estabilidad social iba a durar poco, ya que el cuatro de abril d e1609, el Consejo de estado, presidido por el gran Duque de Lerma decretaba la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia y del resto de España.

Los moriscos, eran sin duda alguna una minoría racial conflictiva, ya que su conversión en cristianos nuevos tras las Germanías, fue aparente y como muestra de ello podemos señalar inicialmente el uso de su propia lengua denominada algarabía. La corona española los considero siempre como la quinta columna de los corsarios norteafricanos y desde Carlos I y Felipe II, abordó la cuestión de la expulsión, la cual materializó Felipe III.

En el Reino de Valencia, los moriscos suponían un 33% del total de los de España, unos 170.000, según Joan Reglà.

En nuestra comarca había moriscos que de forma clandestina, se dedicaban a prestamistas, como las familias “Moni y Malchich”, lo cuales siendo de Bechí donde eran terratenientes, tenían los prestamos en los pueblos del marquesado de Nules (1566). A estas actividades clandestinas, se sumaban las religiosas en el mismo orden, los inquisidores como Jerónimo Manrique y Rojas, se ocupó de perseguir las escuelas coránicas de La Vall d’Uixó y de La Llosa, por orden del entonces Virrey Conde de Benavente y por el Obispo de Tortosa, que finalmente se refugiaron en Alfondeguilla. Esta escuela coránica, resulta de trascendental importancia para entender la evolución experimentada por la cultura valenciana del siglo XVI, en la que pervivía la tradición musulmana, hasta 1609, aunque fuese de forma semiclandestina. A partir de 1560 se desarrolla en Alfondeguilla una intensa labor de doctrina en la escuela coránica de Habdulmeliche. A esta escuela acudían los hijos de todas las aljamas de la Sierra de Espadán, Alto Mijares, La Vall d’Uixó, La Vall de Segó, Segorbe, Incluso de la ciudad de Valencia. Siguiendo su tradición cultural, se enseñaba a ser “hombre letrado y entendido en la secta de Mahoma”, leyéndoles y recitando el Corán. A los alumnos más preparados se les inicia en su lectura, y posiblemente, en ciertas prácticas de tipo sanitario y jurídico. En los consejos de su alfaquí Habdulmeliche hay que buscar planteamientos ideológicos de la agitación morisca de estos años. En 1568, aprovechando la coyuntura favorable de la presión turca y berberisca sobre las costas valencianas y la revuelta morisca de las Alpujarras, las aljamas de nuestras comarcas cercanas se opusieron abierta y públicamente a la asimilación cultural y religiosa. Finalmente Habdulmeliche, tuvo que huir a Argel, pero algunos testimonios en procesos inquisitoriales de 1578, demuestran el continuo contacto con sus alumnos mediante consejos de cómo actuar.

Las causas que obligaron al rey Felipe III a ratificar el 9 de abril de 1609 la decisión del Consejo de Estado, las podemos dividir en tres significativos grupos, pero que se encierran en un único mensaje “cuius regio, eius religio”.

Por un lado estaban las causas religiosas, ya que pese a que hubo bautismos generalizados y todos ellos eran católicos oficialmente, en la clandestinidad continuaban practicando las costumbres musulmanas y el culto al Islam. El Islam estaba presente en las escuelas coránicas, en las que los alfaquíes, maestros religiosos, enseñaban a escribir y leer en árabe. Aunque la exteriorización del culto como son las fiestas dejaron de celebrarse, y era raro que rezaran la cinco oraciones diarias que prescribe el Corán, sí mantenían el ayuno durante el Ramadán, ya que eran tentados en multitud de ocasiones por los cristianos, delatándose ante tales situaciones. También seguían manteniendo la circuncisión como signo de identidad islámica, las ceremonias religiosas asociadas al nacimiento ya que lavaban la cabeza a los bautizados para borrar la señal del crisma, del matrimonio celebrando dos ceremonias la cristiana y la musulmana y de la muerte ya que seguía arraigada la costumbre de amortajar y enterrar en tierra virgen mirando hacia la Meca, también la costumbre de sacrificar los animales a la morisca, fue conservada, es decir mirando el animal a la meca y conservando la nuez.

Esta actitud era patente y generalizada en todo el Reino y en el resto de España, por ello y para hacer frente a esta actitud, durante el siglo XVI, el monarca y la Iglesia intentaron, con más o menos ímpetu, que el catolicismo ficticio adoptado por esta minoría, se convirtiera en un catolicismo sincero y práctico. En principio, durante el reinado de Carlos V (1516-1556), las medidas de conversión fueron suaves, durante el reinado de su hijo y sucesor Felipe II (1556-1598), las medidas pasaron a tener tintes de intransigencia, tomando una postura el monarca, cada vez más dura ya que la medida estaba siendo burlada en la práctica. Fueron constantes las citas en las rectorías para confesar la nueva fe, a la vez que se obligó y de hecho desaparecieron los nombres árabes de todos los registros, a cristianizar todos los nombres bajo pena.

Grandes eminencias religiosas como Fray Bartolomé de los Ángeles, que bajo real cédula de 18 de julio de 1528, fue designado para instruir en la fe a los moriscos por el emperador Carlos V, el cual dio instrucciones al Duque de Calabria para que diese apoyo y ayuda económica al respetado religioso. Éste conocía el árabe y en 1543 se dirigió a las poblaciones del sur del reino de Valencia acompañado por un acólito que era un morisco de Oliva; la empresa obtuvo escaso éxito, pues fray Bartolomé se encontró frente a la oposición conjugada de los señores y de los curas, los cuales explotaron en su contra, sus benévolas disposiciones hacia las prácticas musulmanas; parece que llegó a facilitar la libertad de los moros cautivos. Acusado y Juzgado, consiguió escaparse del convento franciscano de Valencia. Fue condenado en contumacia y la misión fue abandonada en 1547.

Otra eminencia de la época, Fray Tomás de Villanueva, el cual fue nombrado en 1545 arzobispo de Valencia, siendo éste un humilde religiosos que realizó una intensa evangelización, la cual no recibió el apoyo de la nobleza rural. Durante esta etapa evangelizadora, el santo oficio, quedó a margen de la cuestión. Otros religiosos como el Patriarca San Juan de Ribera, el cual tomó posesión de la sede del Cap i casal el 21 de marzo de 1559, el cual al principio se lanzó a un intenso apostolado. El obispo de Tortosa, en 1567, llevó la predicación en mayo a la Vall d’Uxó y sus aldeas. También se auspiciaron misiones y predicaciones en 1587, con cinco franciscanos y jesuitas; y en 1599 por el clero local. Un último esfuerzo se realizó a instigación del Papa en 1606, la cual finalizó con la expulsión.

Finalmente, Fray Tomás de Villanueva, desistiría y no cesaría en persuadir para la expulsión de los moriscos, al monarca, calificando al colectivo morisco de herejes pertinaces, dogmatistas y traidores a la corona. Fue en este momento en el que la presencia de la inquisición comenzó a hacerse presente en cuestiones de prácticas herejes, en el Reino de Valencia, incrementándose la cifra de procesados la cual terminaría siendo de alrededor de 3600 en las cinco décadas previas a la expulsión. Pero, en todo caso, hubo una verdadera legión de frailes, sacerdotes y otros miembros de la Iglesia que se dedicaron con fe a evangelizar al colectivo morisco valenciano. Las medidas que impulsaron fueron la creación de nuevas parroquias (Santo Tomás de Villanueva creo 146 parroquias con una dotación anual de 36 libras entre las que se encontraba la de Vila vella de Nules en 1536 y desdobló 190 de sus matrices con una dotación de 3600 ducados anuales, como fue el caso de Mascarell con respecto a la de Nules), la creación de colegios para educar en el catolicismo a los niños, la publicación de catecismos y pastorales.., si bien se censuró que no fuesen dirigidas más que a la clase más elitista del colectivo morisco. En definitiva, hay que resaltar que no tuvieron mucho éxito y que la clase dominante no quiso prestar apoyo a una clerecía poco preparada, mal dotada y en un medio más bien hostil. El trabajo de los rectores se reducía en la mayoría de ocasiones a decir misa los domingos en latín con sermón en valenciano o castellano, el cual no era entendido por la algarabía árabe que el colectivo hablaba. La inquisición encontró un terreno fértil de herejía, ya que la práctica musulmana era común. Todos seguían tan moros como sus antepasados y la evangelización no había dado sus frutos.

En un segundo grupo cabe introducir las causas políticas que llevaron a la expulsión. El problema morisco comenzó a tomar una dimensión más allá de ser un problema interno. En clave interna algunos señores daban protección a sus colectivos moriscos, como lo fue el llamativo caso de don Sancho de Cardona, Almirante de Aragón, cuya actividad pro-morisca le ocasionó condena inquisitorial en 1570 por conceder a los moriscos un lugar de culto para la plegaria, e incluso consintió la restauración de una mezquita derruida en Adzaneta y por darles salvoconductos para emigrar al norte de África. Nuestro conde de Oliva, vió despoblado en tres ocasiones el pueblo de Murla (Alicante) a causa de la emigración. Eran muestras de apoyo interesado, a un colectivo sumiso y más cargado de tributos que los cristianos.

Los moriscos mantenían a nivel internacional, contactos con los enemigos de la monarquía española, es decir con los berberiscos y los turcos, y a partir de 1562 con los protestantes franceses. Regularmente las naves tunecinas, argelinas y turcas visitaban las costas valencianas. Apresaban navíos, a veces desembarcaban, robaban, saqueaban y raptaban a los que capturaban para luego venderlos o cobrar rescate gestionado por los mercenarios. La primera de estas acciones en nuestro entorno se produjo en 1518 en Chilches, con robo y saqueo por parte de corsarios. Al año siguiente se produjo una incursión en Burriana con botín y cautivos a cargo de turcos. En 1527 se repitió la acción, catorce fustas de moros turcos vinieron de madrugada y saquearon Chilches, llevándose 140 cristianos y más de 400 moriscos de Vall d´Uixó y Mascarell, los cuales tenían concertado su embarque por disconformidad con el bautismo que se les obligaba a adoptar. Este tipo de incursión se repitió en 1583 a cargo de moros corsarios, los cuales en esta ocasión con la costa protegida fueron apresados y condenados a muerte.

Esto supuso para los virreyes valencianos un trabajo muy activo durante todo el siglo XVI, para protegerse de la conexión de los moriscos valencianos con los berberiscos y para ello construyeron fortificaciones por todo el litoral entre las que se encuentra, nuestra torre de Beniesma. También formó parte de esta actividad el desarme morisco de 1563.

Pero si peligrosos eran los berberiscos africanos, más lo eran los turcos. Cualquier aproximación de estos a la costa oriental de la península, suponía una sublevación morisca. Citaremos por su gravedad y cercanía la de la sierra de Espadán, que tuvo lugar en 1556. A partir de esta sublevación proliferaron las medidas tendentes a reprimir a la minoría morisca. Desde el virreinato de Luís Ferrer1570, hasta el del marqués de Aytona (1581-1594), se tomaron disposiciones conducentes a la expulsión de moriscos refugiados de Granada en nuestras comarcas, por su alta conflictividad. En esta tarea también estuvo el arzobispo y virrey de Valencia, el patriarca Juan de Ribera, que finalmente fue el ideólogo de mayor peso específico, en la toma de decisión de la expulsión de la totalidad de esta minoría.

Es por todo lo descrito, absolutamente lógico que Felipe III no dudase en firmar el decreto de expulsión, eliminando la quinta columna que realmente constituía este colectivo, la cual ponía en entredicho la seguridad interna en tiempos de conflictos internacionales.

En último lugar también existieron motivos económicos.

Esta minoría crecía demográficamente, a un ritmo superior que la población cristiana, lo cual producía recelos importantes en el medio rural. Las Germanías fueron un movimiento de marcado carácter antimorisco, se aprovechó la revuelta para obligar a bautizarse a moriscos que luego fueron degollados “ansí a XVIII de agosto fueron degollados más de DCCC bautizados...” explica el historiador Viciana.

En principio los señores valencianos no se mostraron partidarios de la expulsión y se alarmaron ante tal noticia; constituyendo una comisión de nobles que fue a exponer sus quejas ante la expulsión de su mano de obra, ante el monarca, por todos los inconvenientes que ello les acarrearía. Esta comisión estaba constituida por Don Felipe Boïl Señor de Manises y Don Juan de Valterra Señor de Canet. Luego, al conocer que la monarquía había decidido entregarles los bienes inmuebles de sus vasallos, para resarcirles de los perjuicios que se les iba a ocasionar, cambiaron de opinión. Esto significaba que consolidarían el dominio útil de los expulsados con el dominio directo que ya tenían, apropiándose también de sus bienes alodiales. Una vez dueños absolutos de este patrimonio, podrían repoblar sus señoríos y sanear su economía instaurando un régimen señorial, más acorde con las circunstancias del momento. Esta actitud fue causa de serias dificultades para repoblar las poblaciones moriscas, ya que las nuevas condiciones no eran favorables para los colonos, en muchos casos hubo que rectificar las condiciones o forzar a vasallos de otras posesiones de los Señores a desplazarse hacia las propiedades abandonadas por los moriscos. Por ejemplo de las tierras de Vall d’Uxó, Sierra de Eslida, Onda y Vila Real que pertenecían a los moriscos no se tomó posesión por D. Enrique Folch Cardona hasta el año 1654, cuarenta y cinco años después.

Por otro lado alegaron ruina, para evitarse o reducirse los censales. Para unos Señores endeudados o con sus señoríos secuestrados, ya que la devaluación progresiva de las rentas fijas en dinero a causa del alza de los precios había agravado, a finales del XVI, el panorama económico rural de un amplio sector de la nobleza valenciana, los cuales tenían secuestrada la administración temporalmente por muchos funcionarios del rey, no era el caso del Señorío de Nules, ya que los Centelles mantuvieron sus cuentas saneadas.

En definitiva los nobles que más mal habían administrado sus haciendas, vieron en la expulsión, la panacea para poder salir del atolladero en el que se encontraban. También las capas bajas de la población cristiana deseaban la expulsión ya que pensaban ocupar las tierras de los moriscos mejorando sus condiciones de vida.

III

El decreto de expulsión y el embarque de los moriscos en Moncofa.

En el año 1607 nadie tenía todavía muy clara la idea de la expulsión de los moriscos de España, muchas eran las dificultades que esta diáspora suponía, persistía en algunos sectores la idea de convertirlos en cristianos.

Sin embargo el 30 de enero de 1608, el Consejo de Estado acordó por unanimidad la expulsión. Era el momento adecuado, el mundo árabe se hallaba inmerso en conflictos internos. La propuesta fue dejar a los hombres útiles en galeras a los viejos y a las mujeres expulsarlos, y criar a los niños entre familias cristianas. Se agruparían naves en las cercanías de los puertos de la costa y la inquisición los detendría como algo habitual.

Así se tomo la decisión de la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia, si bien aún faltaba mucho tiempo para ejecutar la decisión tomada, que también incluiría la compensación “necesaria a los Señores valencianos, que tanto iban a perder por la expulsión”.

Para justificar la expulsión, se reunió en Valencia una junta el 22 de noviembre de 1608, presidida por el Virrey del Reino, el Marqués de Carcena, el Arzobispo de Valencia y los obispos de Orihuela, Segorbe y Tortosa, pero las conclusiones a las que llegaron en marzo de 1609, fueron de continuidad en el proceso de cristianización, si bien ya es conocido que la decisión ya estaba tomada por el rey, y el Duque de Lerma, no necesitó la justificación religiosa para la expulsión y utilizó la política: el peligro inminente de la sublevación.

El 4 de abril de 1609, se decidían definitivamente por la expulsión. El Consejo de Estado argumentó que había un peligro inminente de invasión de España por parte de Marruecos y que los apoyos desde dentro que podían prestar los moriscos, eran seguros.

Se acordó que primero se expulsarían los de Valencia, se decidió que se agruparan las galeras de Italia en Mallorca, desde donde acudirían en secreto hasta los puertos de embarque y se comenzaron a preparar las tropas y armas del Reino de Valencia para frenar cualquier posible resistencia de los moriscos.

Movilizar 50 galeras y cuatro mil soldados no pasó desapercibido y comenzaron a surgir desacuerdos previos a la expulsión, los señores cuyas poblaciones iban a verse afectadas comenzaron a reunirse para elevar su malestar. El rey envió a dos diputados, pero estos nada consiguieron anunciándoles que el decretos de expulsión estaba ya redactado y pronto sería público, no obstante ya se plantearon las grandes prebendas que obtendrían estos señores afectados, lo que les hizo ponerse de lado del rey sin mayor oposición.

El once de septiembre de 1609, el Rey Don Felipe III firma el decreto para la expulsión completa de los moriscos del Reino de Valencia. La expulsión duró del 1 de octubre de 1609, hasta enero de 1610.

El veintidós de septiembre se publica el bando del virrey de Valencia Don Luís Carrillo de Toledo, Marqués de Carcena, en todos los pueblos del Reino de Valencia. En el se dictaban las reglas para llevar a cabo la expulsión. Consta de trece artículos, el primero decía textualmente así:

“Primeramente, que todos los moriscos de este reino, assi hombres como mujeres, con sus hijos, dentro de tres días de cómo fuere publicado este bando en los lugares donde cada uno vive y tiene su casa, salgan de él, y vayan á embarcarse á la parte donde el comisario, que fuere á tratar desto les ordenare, siguiéndole y llevando consigo de sus haciendas los muebles, lo que pudieren en sus personas, par embarcarse en las galeras y los navios que están aprestados para pasarlos á Barberia, á donde los desembarcarán, din que reciban mal tratamiento ni molestia en sus personas, ni lo que lleven, de obra ni de palabra, advirtiendo que se les proveerá en ellos del bastimiento que necesario fuera para su sustento durante la embarcación, y ellos de por sí lleven tambien lo que puedieren. Y el que no lo cumpliere, y excediere en un punto de lo contenido en este bando, incurra en pena de la vida, que se ejecutará irremisiblemente.”

En su artículo segundo se cita expresamente que pasado ese plazo, todo cristiano viejo que encontrase un morisco prófugo podía prenderlo y desvalijarlo e incluso matarlo si ofrecía resistencia.

En el artículo tercero se les ordenaba que permanecieran en sus casas hasta que fuesen conducidos al embarque prohibiéndoles esconder sus pertenencias.

El artículo cuarto se refiere a la cuestión crematística, y la resuelve según el parecer del valido de Felipe III, el Duque de Lerma.

“cualquiera de los dichos moriscos que escondiere o enterrare ninguna de la hazienda que tuviere, por no la poder llevar consigo, o la prendiese fuego, y a las casas, sembrados, huertas o arboledas, incurran en la dicha pena de muerte los vecinos del lugar donde esto sucediere. Y mandamos se execute en ellos, por quanto S.M. ha tenido por bien de hazer merced destas haziendas rayzes y muebles que no puedan llevar consigo a los señores cuyos vasallos fueren”

También se dispone en el artículo cinco de dicho bando,

“Y para que se conserven las casas, ingenios de açucar, cosechas del arroç y los regadíos, y puedan dar noticia á los nuevos pobladores que fueran, ha sido resuelto por SM. a petición nuestra, que en cada lugar de cien casas quedasen seys con los hijos y muger que tuvieren, como los hijos no sean casados ni lo hayan sido, sino que esto se entienda con los que son por casar y estuvieran debaxo del dominio y protección de sus padres, prefiriendo a los más viejos y a los que más muestras de ser cristianos dieran y más expertos fueren en labrança.”

Los artículos 6º y 7º se refieren a la prohibición de vejar, encubrir y ocultar a los moriscos. El 8º dice así,

“Y para entiendan los moriscos que la intención de S.M. es sólo echalles de sus reynos y que no se les hace vexación en el viaje, y que se les pone en tierra en la costa de Berbería, permitimos que diez de los dichos moriscos que se embarcaran en el primero viaje buelvan para que den noticia dello a los demás. Y que en cada embarcación se haga lo mismo: que se escrivirá a los capitanes generales de las galeras y armada de navíos lo ordenen assí, y que no permitan que ningún soldado ni marinero les trate mal de obra ni de palabra.”

Los artículos 9, 10, 11 y 12 establecen las excepciones a la expulsión,

“…

los muchachos y muchachas menores de cuatro años de edad que quisieran quedarse y sus padres o curadores, siendo huérfanos, lo tuvieran por bien, no sean expelidos.

los muchachos y muchachas menores de seis años, que fueren hijos de cristianos viejos, se ha de quedar y su madre con ellos aunque sea morisca. Pero si el padre fuere morisco y ella cristiana vieja, él sera expelido, y los hijos menores de seis años quedaran con la madre.

Los que de tiempo atrás considerable como sería de dos años, bivieren entre cristianos sin acudir a las aljamas, podrían quedarse.

Los que recibieron el Sanctissimo Sacramento con licencia de sus prelados, lo cual se entenderá, de los rectores de los lugares donde tienen su habitación, igualmente no serán expelidos.

…”

Hubo un segundo bando, el mismo día en que comenzaba la expulsión como muestra de lo que realmente estaba sucediendo:

1º de octubre de 1609

Segundo bando del virey y capitan general de Valencia prohibiendo en este á los moriscos la enajenación de sus bienes raices y la mayor parte de los muebles al ser expulsados del reino.

“Ara ojats quens notifiquen y fan á saber… Que per cuant los moriscos del present regne, que en execudió del orde y manament de Sa Magestat se han de embarcar, encara que es justques valguen de alguna cosa de sos bens para passar son viage, empero han fet y fan tan gran abús de vendre aquells, que sols per arribar á dinés, los venen tots de tal manera, que lo que val cent, donn per deu: lo que no sols es contra la intenció de Sa Magestat y dels ordens y manaments Reals, pero encara en pejuhi dels crehedors y dels Senyors del llochs, y se han seguit, y se esperen seguir altres perjuhins y danys irreparables. Y perque lo dits moriscos sapien quins bens y coses poden vendre y quins ó cuals no; per ço Sa Excellencia ab vot y parer dels nobles, magnifichs, y amats conseller de Sa Magestat, Regent de la Real Cancelleria y Doctors del Real Consell, proveix é ordena y mana que los dits moriscos puguen vendre tots y cualsevols bens que aquells tinguen, exceptat que no puguen vendre ni en altra manera dispondre de les coses y bens seguents: ço és, de bestiars, Aixa grosos com menuts, cavalcadures, formens ni altres grans alguns, oli, casses, terres encara que sien franques y en realinchs, censals dibitoris ni deutes, drets ni accions sots decret de nullitat…”

Ya estaba hecho, no todos lo tomaron de igual ánimo, ni señores ni moriscos, pero todos acataron la decisión, hubo ultrajes a los que abandonaban todo y bandolerismo por parte de algunos cristianos; hubo señores que ayudaron a sus vasallos moriscos en la expulsión y otros que les robaron y maltrataron, este no fue el caso del señor de Nules, más bien al contrario.

El veintiséis de septiembre el Rey designa las playas de Vinarós y Moncofa para el embarque de los expulsados de esta región, y es ahí donde la historia hizo acto de presencia en este pequeño pueblo del litoral valenciano. Por aquel entonces amurallado y con torre vigía, además de una rápita, cerca del mar. Miles de moriscos llegaban hasta las inmediaciones de Moncofa que no contaba con más de 800 habitantes y que durante esos meses se vería sorprendida, por tanta presencia militar y de navios. Un cronista escribió: “ los caminos estaban hechos hormigueros; tantos venían que admiraba verlos. El día de la embarcación estaban las calles y plazas que no se podía ir por ellas y duró mucho tiempo, porque las galeras, naves y otros bajeles hicieron muchos viajes… unos marchaban contentos, por poder abrazar el Islam sin tapujos, otros se habían convertido en verdad, pero ni unos ni otros consiguieron al llegar a berbería encontrar su sitio con gentes de costumbres tan distintas ya de los musulmanes moriscos que tenían costumbres ya occidentales, fue traumático para la mayoría de ellos y muchos intentaron volver.

Según los datos de lapeyre, fueron expulsados por nuestro grao 5.690 moriscos, cifra que se supone inferior a la real, ya que por ejemplo en los oleos sobre la expulsión de los moriscos, se cita una cifra redondeada y un poco exagerada de 8.500.

Para conocer con exactitud la cifra de expulsados debemos dirigirnos a los censos de población de los pueblos que por natural, vendrían a Moncofa.

Mucho se ha escrito y debatido sobre el número de moriscos que habitaban el Reino. Lapeyre y Halperin situan en el año 1572 19.000 fuegos, en el año 1602 ya eran 24.695 y en el año 1609 31.715 cerca del 30% de la población valenciana.

El día 8 de febrero de 1563 el rey Felipe II, ordenó el desarme general de los moriscos del Reino de Valencia. Para ello se realizó un censo de los moriscos registrados en cada población, teniendo constancia de las más cercanas a Moncofa como sigue:

PUEBLO O ALDEA Y Nº DE FUEGOS:

ADZENETA

51

BECHI

104

OLOCAU

29

ALCUDIA DE FANZARA

29

ARTESA 45

16

ONDA

19

ALCUDIA DE VALL DE UXÓ*

39

BORRIOL 60

99

SLIDA

38

ALCUDIA DE VEO

48

CASTELLNOU

115

SPADILLA

45

ALFONDEGUILLA

26

CASTELLÓN DE LA PLANA 20

35

SEGORBE

229

ALGIMIA

81

CENEJA DE LA VALL DE UXÓ

26

SOT

40

ALGIMIA DE LA VALL

40

CIRAT

62

SUERAS 1572(65)-1602(67)

16

ALMEDIJAR

48

CHIVERT 75

28

TALES

59

ARANYEL

46

ÇONEJA

26

TERESA

199

ARGELITA

35

FANZARA 150

83

TOGA

93

ARTANA 150

65

GATOVA

22

VALLAT

16

ARTESA 45

29

LA LLOSA 50

64

VEO

35

AYN

38

MATET

26

VILLAMALUR

17

AYODAR

21

MONTANEJOS

57

XELDO

74

AZUEBAR

16

NAVAJAS

97

La estadística eclesiástica (1585-1587), se ha considerado poco rigurosa por Domínguez y Vincent, ya que consideran que las cifras son redondeadas; no obstante, citamos los que el Obispado de Tortosa censó:

VALL DE UXÓ 400 /ARTANA 150 /ARTESA 45 BORRIOL 60 /CASTELLÓN 20 /XIVERT 75 FANZARA 150 /LA LLOSA 50 /MASCARELL 15 CHINCHES 10 /ONDA 25 /LA VILA VELLA 50 ESLIDA 90 /TALES 40 /SUERAS 140 /ALCUDIA DE ESLIDA 45

Lapeyre H., en su geografía de la España morisca, habla de 2400 de Vall d’Uixó, 1336 de Bechí, 428 de Geldo y 6150 de otros lugares del entorno de Moncofa, siendo un total de 10.314 personas. Fracncisco Roca de Burriana, cita expresamente que los moriscos de esta población que no aparecen en ningún censo, fueron expulsados también por Moncofa.

Los oleos de la colección expulsión de los moriscos en el que retrata el momento de la expulsión en Vinarós y Moncoa dice textualmente que “ LOSEN BARCADOS EN VINAROS: ASISTIENDO DON JOFRE DE BLANES, FUERON. DIESYNUEVEMIL Y SISCIENTOS. EN MANCOFA: ASISTIENDO DON GASPAR VIDAL FUERON: 8590.”

Cronología Y personajes:

19 de septiembre de 1526

El Duque de Segorbe finaliza con la sublevación morisca de la Sierra de Espadán.

18 de julio de 1528

Carlos V designa a Fray Bartolomé de los Ángeles como instructor de moriscos.

8 de febrero de 1563

Felipe II ordena el desarme general de los moriscos del Reino de valencia.

19 de septiembre de 1582

El Consejo de Estado da luz verde a la expulsión de los moriscos pero no se verifica.

30 de enero de 1608

El Consejo de Estado aprueba por unanimidad la expulsión de los moriscos.

22 de noviembre de 1608

El Virrey de Valencia convoca a la Iglesia valenciana para justificar la expulsión sin acuerdo.

4 de abril de 1609

El Consejo de Estado presidido por el Duque de Lerma decreta la expulsión de los moriscos.

9 de abril de 1609

Ratificación de SM. Felipe III de la decisión del Consejo de Estado.

11 de septiembre de 1609

Firma del decreto por SM. Don Felipe III.

17 de septiembre de 1609

Don Pedro de Toledo llega a nuestras costas con las fuerzas militares de apoyo a la expulsión.

22 de septiembre de 1609

Publicación del bando del Virrey del Reino de Valencia Marqués de Carcena.

26 de septiembre de 1609

Designación de los puertos para embarcar a los moriscos: Moncofa y Vinarós.

1 de octubre de 1609

Segundo bando Don Luís Carrillo de Toledo

1 de octubre de 1609

Comienzo del proceso de expulsión hasta enero de 1610.

1474-1504

Isabel I de Castilla.

1479-1516

Fernando II de Aragón.

1516-1556

Carlos I

1545

Arzobispo de Valencia Fray Tomás de Villanueva

1556-1598

Felipe II

1569

Obispo de Valencia Juan de Ribera

1598-1621

Felipe III

LITERALES DEL LIBRO DE LA PROVINCIA DE CASTELLÓN SOBRE LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS.

11 de septiembre de 1609

Decreto de Don Felipe III expulsando por completo á los moriscos del reino de Valencia. El transporte de los moriscos al Africa duró desde el 1º de octubre de 1609 hasta enero de 1610, abandonando el reino más de 200.000 hombres quedando yermas y sin cultivo la mayor parte de las feracisimas tierras valencianas.

22 de septiembre de 1609

Notable bando del virey de Valencia don Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena, publicado en todos los pueblos del reino, dictando reglas para llevar á cabo la expulsión de los moriscos. Consta de trece artículos. El primero dice así: “Primeramente, que todos los moriscos de este reino, así hombres como mujeres, con sus hijos, dentro de tres días de cómo fuere publicado este bando en los lugares donde cada uno vive y tiene su casa, salgan de él, y vayan á embarcarse á la parte donde el comisario, que fuere á tratar desto les ordenare, siguiéndole y llevando consigo de sus haciendas los muebles, lo que pudieren en sus personas, par embarcarse en las galeras y los navios que están aprestados para pasarlos á Barberia, á donde los desembarcarán, din que reciban mal tratamiento ni molestia en sus personas, ni lo que lleven, de obra ni de palabra, advirtiendo que se les proveerá en ellos del bastimiento que necesario fuera para su sustento durante la embarcación, y ellos de por sí lleven tambien lo que puedieren. Y el que no lo cumpliere, y excediere en un punto de lo contenido en este bando, incurra en pena de la vida, que se ejecutará irremisiblemente.”

Hállase inserto este bando en el tomo XVIII de la Colección de documentos inédito para la Historia de España.

Tambien se dispone en dicho bando, que para que se conservasen los ingenios de azúcar, las cosechas del arroz y las tierras de regadío, y pudiesen enseñar á los nuevos pobladores que fueran, había resuelto S.M. á petición del mismo virey, que en cada lugar de cien casas quedasen seis moriscos con sus mujeres y sus hijos, con tal que éstos fueran solteros.

En el reino de Valencia existían 453 pueblos de moriscos que componian 28.072 casas.

26 de septiembre de 1609

Su Majestad el rey D. Felipe III designa las playas de Vinaroz y Moncofar para el embarque de los moriscos expulsados de esta región.

1º de octubre de 1609

Segundo bando del virey y capitan general de Valencia prohibiendo en este á los moriscos la enajenación de sus bienes raices y la mayor parte de los muebles al ser expulsados del reino.

“Ara ojats quens notifiquen y fan á saber… Que per cuant los moriscos del present regne, que en execudió del orde y manament de Sa Magestat se han de embarcar, encara que es justques valguen de alguna cosa de sos bens para passar son viage, empero han fet y fan tan gran abús de vendre aquells, que sols per arribar á dinés, los venen tots de tal manera, que lo que val cent, donn per deu: lo que no sols es contra la intenció de Sa Magestat y dels ordens y manaments Reals, pero encara en pejuhi dels crehedors y dels Senyors del llochs, y se han seguit, y se esperen seguir altres perjuhins y danys irreparables. Y perque lo dits moriscos sapien quins bens y coses poden vendre y quins ó cuals no; per ço Sa Excellencia ab vot y parer dels nobles, magnifichs, y amats conseller de Sa Magestat, Regent de la Real Cancelleria y Doctors del Real Consell, proveix é ordena y mana que los dits moriscos puguen vendre tots y cualsevols bens que aquells tinguen, exceptat que no puguen vendre ni en altra manera dispondre de les coses y bens seguents: ço és, de bestiars, Aixa grosos com menuts, cavalcadures, formens ni altres grans alguns, oli, casses, terres encara que sien franques y en realinchs, censals dibitoris ni deutes, drets ni accions sots decret de nullitat…”




[1] La estación de tren fue inaugurada el 26 de enero de 1945 siendo madrina Carmen Arnau Masip y padrino Carlos Fabra Andrés. Este acto se celebró con la suelta de un toro.

[2] Fallecido en 1938

· Torres Miralles: Bernard De Centelles Riusec i Cabrera (1410-1433) Sus padres fueron Gilabert III y Leonor de Qeralt. Muy joven se trasladó a Sicilia

¨ Català Valeriola: “ Dijous yarder a trece de febrer partí de Cabanes, pasí per la pobleta, i per Borriol, y aní a dinar a Villarreal y en haver dinat aní a dormir a la villa de NULES dels Centelles, folguin de veure les armes y CADENES EN LES PORTES DE LA VILLA, y es la més ben murada vila de esta part”.

* Algunos autores sostienen que se realizaba una campaña militar por Italia, Corcega y Cerdeña pasando por Marsella, otros sostienen que se trataba de una expedición de las cruzadas que no llego a fraguar por falta de aprovisionamiento en este puerto, lo que motivó el saqueo. Sin embargo lo más probable es que fuera un intento de apoderarse de la ciudad para incorporarla a las posesiones de la Corona de Aragón.

[3] M. Ardit: expulsió dels moriscos i creiximent agrari. Pág.274, 275 y 288; 1987